viernes, 20 de julio de 2007

Confessions on a dance floor

Cinco ministros británicos se confiesan: He fumado marihuana, poquita, pero sí, en mi pasado universitario, rebelde sin causa, me fumé unos porritos, pero fue un grabe error -miran a la cámara-, no lo cometáis vosotros también, chicos. Yo creo que sería más útil que los ministros, en general, confesaran que apoyan guerras por petróleo, que abusan de menores, que acosan a becarias, que cometen cohecho y que luego van a misa. Las drogas y yo tenemos poca relación, por no decir que es bien posible que los ministros del Reino Unido la hayan tenido más intensa, y tampoco soy partidaria de que las drogas sean un asunto relevante en la vida pública, salvo cuando los que se colocan son menores de teta o mayores que se arruinan la vida y la de sus familiares. Me parece igual de irrelevante que el señor A. Darling haya fumado cannabis como que exista Paris Hilton. Son esas cortinas de humo que no vienen al caso; que hay un problema de drogas en Reino Unido, pues preguntemos a quienes nos gobiernan si ellos han fumado porros, como si eso fuera comparable a que haya niños de 13 años fumando tantos porros como chocolatinas podrían comer. Como yo creo que es culpa de los padres, pues tengo poco más que decir.
Me dan un poco de grima los drogadictos de buena familia, los que emplean la paga semanal para pagar la cocaína, suelen tener un aspecto de persona que interesa poco conocer. También son grimosos los que, a falta de cocaína y aquejados de un decoro poco coherente, se contentan con cantidades de hachís propias de un traficante marroquí. Pero qué bien que los ministros confiesen, me froto las manos y espero que sigan contándonos cosas, ya digo, lo de la corrupción, por ejemplo, eso a mí me preocupa más que un falso intento de dar ejemplo, como si una ministra de Interior fuera modelo para alguien.

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