domingo, 28 de octubre de 2007

Estupidez


Dice Rajoy que tiene un primo científico en Sevilla que es una maravilla, pero que no sabe muy bien qué tiempo hará mañana, ergo cómo se va a saber que se está produciendo el cambio climático. Esto me produce desazón, se parece a lo de los negros y James Watson, y te hace desconfiar de la ciencia, pero ah, uno se recompone pronto pensando que tontos hay en todos los rincones, incluídos los de las ínclitas universidades.
Y ayer me di cuenta además de que deberíamos desterrar el término 'racismo' e intercambiarlo por 'estupidez', verán:

Ayer viajé en metro, a mi lado y frente a mí, dos parejas de sudamericanos, creo que ecuatorianos. La mujer de una de las parejas se sentó sobre el abrigo de una viejita madrileña, muy castellana y seca ella que tiró de tu mantón para recuperarlo del gordo culo de la inmigrante, ésta se percata y dice, entre socarrona y caribeña: "¿Pues que le molestó mi culo gordo? Es que estoy un poco gorda". La castellana asiente, como molesta, como si cruzar palabra con cualquier extraño, sea de su pueblo o del mío, le resultara un incordio, entonces la inmigrante se ofende y procede a decir: "Ah, es que le molesto porque estoy gordita, y usted chucha (entiéndase que la castellana era una huesuda mujer blanca como la harina), pues que se fastidie la racista, que son todos unos racistas". La pareja amiga anima el cotarro y proceden a llamar a todo el vagón racista, que son todos unos racistas. No doy crédito y pienso que nos hemos vuelto locos por culpa de un vídeo que jamás debió salir en la televisión, ni en los periódicos, no es noticia un acto racista, y la publicidad que se le ha dado ha dado pie a que los inmigrantes sientan que cualquier protesta de los paisanos españoles sea entendida como una agresión racista; cuando le pido al camarero peruano que me caliente la sopa que me puso fría, mi enfado no es por su origen quechua, es sólo porque la sopa fría me da arcadas. Los seres humanos, ecuatorianos, españoles, senegaleses o búlgaros, somos estúpidos, poco reflexivos y comprendemos los actos como queremos y no como son. Ahora, como la moda es decir que somos racistas porque se amplificó una actitud racista, cualquier acto es racismo.

jueves, 18 de octubre de 2007

Nobel


James Watson, un ser vivo que ganó el premio Nobel por sus descubrimientos sobre el ADN, nos sale con que los negros son menos inteligentes que los blancos. Era de esperar que sólo los más fascistas lo apoyaran, que el resto del mundo dijera: ¡Jesús cómo está el patio!, que es lo primero que yo pensé, pero al instante ese sentimiento se me transformó en un vacío en el estómato aterrador, se me ocurrió -perdón, perdón, perdón...- plantearme: si un ser humano es capaz de adelantar conocimientos sobre el ADN fundamentales para las personas, tanto que se merecía un premio Nobel, ¿no sería posible que tuviera razón? Mi fachada más políticamente correcta dice: ¡Por supuesto que no! Todos los seres humanos somos iguales -aunque es fácil reconocer que no es verdad, que yo no puedo ser igual que Carod-Rovira o que María Patiño. Por otro lado, admito que he llegado a creer que Watson puede tener razón, que por alguna razón tan científica como la existencia del ADN, su afirmación es verdadera. Lo que ha pasado es que he seguido leyendo a James Watson y de pronto un Nobel es tan inútil como una cuchara de palo en una guerra, porque Watson dice:
"Todas nuestras políticas sociales están basadas en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra cuando en realidad todas las pruebas señalan lo contrario". Pero aquí no se frenó este lumbreras de igualdad, añadió que le gustaría que todos fuéramos iguales "pero la gente que ha tenido que emplear negros sabe que no es verdad". Y terminó de justificar porqué tiene un Nobel: "Hay mucha gente de color con mucho talento, pero no les asciendas si no han conseguido triunfar a bajo nivel", añadió.

Así ha sido cómo he reconocido que un premio Nobel no puede ser motivo para saltarse la correción política, los derechos humanos, ni las ideas propias. Es verdad, no somos todos iguales, por las razones arriba mencionadas, y qué bien, porque yo no quiero ser como Watson, que en su curriculum vitae puede presumir también de homófobo. Una joyita que debería hacer recapacitar la Academia Sueca..., mucho ADN, mucho ADN, pero luego el hombre es capaz de extraer conclusiones científicas de su opinión, no hay nada menos científico que una opinión salida del hígado por cuestiones antediluvianas. Pido que el Nobel de Watson me lo den a mí.


Pie de foto: Kofi Annan recibe el Nobel que también le fue entregado, como institución, a la ONU. Véase que Annan es negro también.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Históricos

Arturo Ripstein baila con Elena Garro.

Entrenarse para un concierto es vital para el éxito del mismo igual que lo es para su fracaso. Acudir a un concierto sin saberse las letras es como ir de paseo por el Retiro a ver qué se te ofrece, que está bien, eh. Quizá os acordéis de aquél anuncio de música en español, en el que la gente cantaba las letras en inglés al estilo 'lalalala'. Pues si esto te sucede en un concierto es que no eres muy fan y en definitiva que no estás en el mejor lugar posible. Por otro lado, el entrenamiento para concierto es la mejor forma de aproximarse a la decepción, porque se acerca también a la idolatría, que suele llevarse a matar con la realidad. El caso es que busco el punto medio para ver a Interpol, un grupo por el que sólo daba dos duros en canciones como 'Slow hands', 'Evil (alias Rosemary)', 'Hands away' y similares, y al que acabé cogiéndole el punto de hermano mutante de Joy Division y otro grupo que todavía no he descubierto, pero que sé que se dan un aire. Ahora me interesa que se curren el concierto porque sus canciones darían para unos grandes recitales, pero mi mayor sorpresa en cuanto a conciertos se refiere me la regalaron 'The Jesus and Mary Chain' y yo, como Aute, pasaba por allí.

Y hablando de música, pues ayer conocí a Arturo Ripstein y me pareció una de esas personas que debo anotar en mi lista de grandes de los grandes que he conocido. Ayer habló de Luis Buñuel como seguramente yo hablaría de Ripstein si hubiera podido compartir toda una jornada con él. En el orden de vulgaridades en las que los más banales nos fijamos..., yo contaré que el señor Ripstein se paseaba con una bolsa de El Corte Inglés porque todos acudimos a las Lafayette en París, a Harrods en Londres y en los madriles al susodicho. Creo que el director se había comprado una chaqueta propia para lluvias y entretiempo, estuve a un tris de preguntarle si había acertado, pero me pareció que sería como gritarle a la cara que se había equivocado conmigo y que no tenía mucha inteligencia. Estos pensamientos baratos me los guardo para este rincón que pocos o nadie visita, lo que le da a uno la libertad de comunicarse con el lector imaginario que tan posible ha hecho que existiese la mejor literatura.

martes, 2 de octubre de 2007

La mala leche

Nos han apaciguado la rebeldía, total ¿para qué sirve?
No somos ciudadanos, raras veces somos personas..., en realidad somos consumidores y trabajadores. Si no consumes, si no trabajas, ¿qué haces? ¿para qué vives?
No importa que suba el alquiler o la hipoteca, trabajaremos y la pagaremos, aunque sea injusto, aunque sea un robo, aunque sean estretagias de los bancos para hacerse aún más ricos. Qué viva el Santander, qué vivan las Visas, ya te pago yo el Porsche.
Trabajaremos cada vez por menos dinero, y qué más da, es el mercado y tú joven, no mereces más, y no creas que podrás cobrar lo justo, eso no sucederá, quizás algún día ganes millones por defender el dinero de otros. Robarle a los que roban debería ser un regulador social.

Por cierto, un ejercicio de civismo: cállese la puta boca antes de meter el dedo en la herida, antes de contar lo que han hecho mal los demás. Gracias.