domingo, 29 de noviembre de 2009

Un pedacito de queso


Las bicicletas son un instrumento musical de excepción. Las ruedas girando crean un espléndido sonido, y no hablemos del de los timbres de las bicis de cuando éramos peques, esos que se oxidaban y hacían daño en los dedos en invierno.

Me he acordado de todas estas cosas escuchando un disco 10: Epic handshakes and a bear hug de Wild Honey. Es el proyecto de Guillermo Farré, una persona que lleva ya bastante tiempo detrás de otras bandas como Mittens y que ahora aterriza en mis oídos por primera vez con ésta (nombre homenaje a Beach Boys) que tiene un sonido maravilloso, lleno de vientos, de cuerdas delicadas, de metales preciosos, de timbres de bicicleta, de muelles, de ruedas de números de los antiguos teléfonos..., y de buenas voces arropándolo todo. Cantan en inglés, se mueven en los medios tiempos, han grabado en casa y suenan a recién llegados de un salón de té underground de Londres o de un bajo del Village neoyorquino. Digo eso por seguir moviéndome en tópicos, porque ellos son de Madrid, que también podría dejar de tener resonancias de la movida o del indie de los 90 para que comprendiéramos que aquí se puede hacer lo que queramos y más. Ya no hay un sonido propio de ningún lugar, los hemos repartido por el mundo y cada uno los practica en su casa.

Me declaro fan número uno de Wild Honey, de este disco de canciones cortas y redondas que suenan a ya oído y sin embargo son frescas como un queso Reblochon recién traído de los pies de los Alpes. Clásicos remozados firmados por alguien que sabe lo que se trae entre manos, lo disfruta y nos hace disfrutarlo. Este disco no lledura ni media hora, así que llevo una semana con la tecla de Repeat All pulsada. Temo que se me estropee y no pueda rescatarlo dentro de 10 años y decir: vamos a ponernos un clásico para pasar este domingo soleado.

Podéis saber más de ellos aquí, incluso comprarles el LP+CD. Y si os habéis quedado con ganas de escucharles, este es su myspace.

viernes, 27 de noviembre de 2009

De lo que no nos interesa

Cuánto tiempo. Gracias, Ilia, por recordarme que tenía un blog en el que desahogar las palabras que la radio sólo me deja pronunciar. Qué bonitas son las palabras escritas: están aquí para siempre.
En fin; en todo este tiempo han pasado muchas cosas, claro, pero esta semana parece que sólo han pasado dos en mi mundo: el editorial de los periódicos catalanes en defensa del Estatut y el bloqueo de Bruselas a la Orden de la Ley del Cine. Qué rollo todo; estoy deseando que llegue el día en que por fin todos los periodistas nos quedemos sin trabajo por culpa de los que están obcecados en hablarnos de conceptos abstractos que no nos interesan. Está claro que las leyes, las decisiones políticas, acaban repercutiendo en la calidad de vida de los ciudadanos, pero no parece que los ciudadanos podamos hacer mucho desde nuestros sofás si los políticos apalabran acuerdos en los pasillos. Que conste que no tengo claro si me interesa el Estatut. Supongo que debería. Lo que me interesa es que doce periódicos no consensúen un editorial con un fin político tan blandengue como es presionar al Tribunal Constitucional para que decida bien sobre esta ley. Creo en un consenso editorial para casos extremos, necesarios, imprescindibles; ellos creerán que este es el caso. Yo no. Habría, al menos, aguantado a que algún año el Constitucional se decidiera.
Pero, como decía, muy pocos fueron a votar esta ley, así que menos serán los que sientan real interés por ella ahora mismo. No me interesa mucho más la Ley del Cine, y no me interesa porque no tengo claro que este tipo de legislación vaya a conseguir mejores directores de cine, ni si quiera que se hagan más y mejores películas. Supongo, de nuevo, que debería interesarme. De momento me sigue interesando mucho el cine. Id a ver Celda 211, El secreto de sus ojos, Un lugar donde quedarse, 500 días juntos...
Y también quiero dejar aquí otra reflexión sobre la Ley del Aborto. Esta me interesa, aunque por lo general me gustaría que existiera una forma 'progre' de decir que no me gusta la idea del aborto. Defiendo la ley, toda ella, incluso que no tengan que decirle las chiquillas a sus padres lo que les ha pasado. Tampoco me he leído la ley enterita, pero esperaría que en ella hubiera alternativas, opciones frente a la única salida, traumática para siempre jamás. Y a la Iglesia seguramente sí podamos callarla cuando en los medios de comunicación dejemos de servirle de altavoz. Nos justificamos diciendo que en España hay muchos católicos que quieren conocer esa información: que la lean en la prensa especializada, que tienen (y mucha), o que la escuchen en misa, que es donde debe recibirla un católico. Y si realmente queremos dar la información para que los católicos se enteren (como servicio público) que no venga después con un comentario crítico-críptico.
Y esto es todo hoy. Qué bueno volver a teclear.

lunes, 23 de febrero de 2009

Vals con Bashir

El sábado estuve viendo Vals con Bashir. Salí y dije "tengo que escribir sobre esto". Luego se me echó el domingo encima y han llegado los Oscar y tengo ganas de escribir sobre Pe y sobre Slumdog Millionaire, pero resisto y empiezo por Vals con Bashir, también podemos llamarla La película que inaugura un género. Ya se me ha visto el plumero.

Nunca pensé (y me encanta la ilustración, el cómic) que una película animada, ilustrada, pudiera ser tan emocionante, tan poética, tan real, tan expresiva. Camina zigzagueando entre el documental, el cine de recuerdos, el cine de guerra ¿una guerra contada con dibujos? Sí y no. No he indagado en el proceso de creación, pero estoy segura de que hay fragmentos que en realidad fueron rodados y pasados después a dibujo, eso los llena de gestos y de expresiones. Id a verla y dejaos llevar por las imágenes.
La ví porque quería y porque quería verla antes de que le dieran el Oscar a mejor película extranjera, pero este año no he sido capaz de acertar mucho, en realidad ninguno puedo, no se me da bien elegir entre lo que Hollywood va a premiar y lo que yo premiaría. A mí me parece un pecado haber dejado a Frank Langella sin Oscar, me parece que es similar al premio que sí le dieron a Helen Mirren ¿y si no se lo hubieran dado no habría habido manifestaciones? En fin, exagero, me hubiera gustado que esto no hubiera sido así, pero al menos tenemos el Oscar de Pe. Este lo apoyo, hacemos Historia, esa intrascendente, pero que es resultona. Así son estos premios, resultones y la campaña de marketing más espectacular del mundo. Ojalá algún día alguien me hable de la mafia que hay por debajo o del dinero que costaría hacer una campaña de publicidad que consiga con un producto lo que consigue un Oscar.
Y Slumdog Millionaire me deja fría. Pasan los días y más fría aún. No me vale el argumento de que es 'bonita', que es 'divertida', que tiene una música frenética (M.I.A. ya inventó esa música hace años) y que en la coctelera todo bien agitado sale rico. Lo principal: no me creo la historia (tampoco me vale que me digan que es un cuento, hablo de verosimilitud), no me gusta la actuación del protagonista, ella es más guapa que un día de verano en la playa y el hermano se mete en un ambiente que ni Scorsese. Reconozco que se pasa un buen rato, y que para algunos hay sorpresa, pero yo no la ví. Me gusta que haya unanimidad en el público, pero me desilusiona el Oscar. Mi conclusión es que no hay mejores películas del año, ni mejores canciones. En algunos canales Bisbal es el número 1. En el mío no lo será nunca. Por eso cada uno elige una revista sobre cine, o sobre música. Mi película era El Desafío, ya lo sabéis.

sábado, 7 de febrero de 2009

Frost contra Nixon o el multiorgasmo



Seguramente porque esta entrevista costó mucha pasta, en la película de Ron Howard no aparece ni un mínimo fragmento de ella. Cinematográficamente está bien que así sea, Frank Langella es el mejor Nixon de la Historia y sin ver al verdadero presidente, uno termina creyendo que el actor es la reencarnación del político. Un político que, gracias a George W. Bush, ha conseguido dejar de ser el peor presidente de los EE.UU. para seguir siendo un corrupto, aunque también tuvo sus guerras, ya veremos si a Obama se le cruza también una en su aparente discurso vital pacifista.

El caso es que El desafío: Frost contra Nixon es una buena película de ese género ya instaurado, cine periodístico, que basa su encanto en los mismos pilares que el cine de policías -un misterio por resolver, un malo, un bueno, exaltación de los valores...-, una película con una interpretación magistral de Langella, un buen guión (se nota que fue un texto teatral), buenos decorados y, sobre todo: material real para procurar a los "periodistas de raza" orgasmos continuados en los últimos minutos de la entrevista (oh, sí, está soltando algo nuevo, oh, sí, reconoce sus errores, oh, sí, está a puntito, a puntito..., oh sí, de pedir perdón...). Es una buena lección para estudiantes de primeros años de carrera o un recordatorio para los que años después de la graduación no saben muy bien qué hacen cortando y pegando teletipos o para los ciudadanos que se preguntan: ¿Cuándo se dejará Esperanza Aguirre entrevistar para desenfundar? ¿Y Aznar? ¿Y Felipe González? Lo que me chirría son las razones que mueven a Frost a realizar estas entrevistas, en esto la reflexión la tenemos que poner otros. El tal Frost quiere volver a la palestra, a ser una estrella de la televisión norteamericana, es un showman que quiere seguir siéndolo y como eso cuesta pasta, pues se paga. Lo del prestigio es secundario, pero la segunda posición no está mal. Lo del interés ciudadano: terciario. Aquí me irrito porque, entonces, no estamos hablando de periodismo en esta película, es un daño colateral.

La verdad es que es una suerte que no todos los periodistas sean grandes estrellas de la investigación política, que haya humildes servidores del periodismo que se limiten a cortar y pegar teletipos sobre el tiempo, las carreteras o las parrillas de televisión, que son cosas que a uno le facilitan a la vida. Los cirujanos salvan vidas con bisturí, pero qué bien sienta que el médico de cabecera te recete ibuprofeno en plena gripe.

sábado, 3 de enero de 2009

Haciendo amigos

Un centro comercial es un lugar poco humanista, se va a comprar, a comprar y después a comer, después a volver a comprar, después a comprar y seguramente después a comprar. Estos días esta exageración no lo es tanto. Hoy, sábado 3 de enero, los centros comerciales, ya de rebajas, eran el centro de las vidas de los seres humanos españoles, así que, como humana que soy, allí estaba yo en uno de ellos. He procurado ir directa a mi objetivo y cargada de paciencia, me he situado al final de una cola infernal cuando la señora que me precedía me dice ¿vienes sola? y yo, sí, y entonces ella va y me dice pues vete a dar una vuelta que te guardo el sitio y cuando te aburras y vuelvas me voy yo, a lo que yo, pelín, desconfiada le respondo que se vaya ella que yo acabo de venir de dar vueltas a la tienda, que ya si eso... Vale, dice ella, y me cuelga un abrigo rojo y se marcha. Vuelve al instante, con una falda en sus manos y me pregunta si me gusta para ella o para sus hijas, le aclaro que yo no conozco a sus hijas y dejo caer que a ella tampoco y como la estoy hablando de usted me dice al oído: "de tú, coño". Me cuenta que tiene dos hijas, una muy clásica, otra muy moderna. Concluimos que por la rebaja que tiene la falda no merece ahora discutir para quién será, que se la lleve y ya se lo pensará. Vuelve a desaparecer. Cuando vuelve, se coloca en la cola y me habla de sus hijas, de que ayer ya le pasó lo mismo en otra tienda del mismo nombre y que entablaron amistas -ella y sus hijas- con un matrimonio encantador al que más tarde se encontraron, otra vez, en otro centro comercial. Y pienso que cuánto compra esta señora. Se mueve entre las estanterías agil, trae y lleva prendas, nos pregunta -ha conseguido relacionarse con otra chica que viene detrás- sobre unas camisetas, elegimos la morada, más mona, y ella dice que menos mal, era también su preferida. Nos cuenta que una de sus hijas no encuentra trabajo porque ha estudiado periodismo, ya no sé si lo dice como si una cosa fuera una conclusión de la otra, en realidad. Le cuento que he estudiado periodismo y que trabajo, ¿dónde? en RNE, y como si nada, sigue hablándome de su hija. No está loca, quiere hablar, como antiguamente, en los pueblos. Me dice que me dejará pagar a mí antes. Mi hija quiere escribir libremente y que ningún redactor jefe le diga que eso no lo puede escribir. Eso nos pasaba a todos, pero que siga intentándolo, le digo como si fuera una anciana de gran experiencia. Llegamos a la caja. Para entonces, otra señora alaba el gusto del bolso que voy a comprar. Gracias. Mi amiga me da dos besos, me felicita el año, me da las gracias y nos reímos porque esa cola infernal se nos ha pasado volando. Si esto fuera una película de Hollywood sonaría una música espantosa y la conclusión sería: podemos confiar en los seres humanos. No me hacía falta esta experiencia para creer en los seres humanos, ni la contraria para lo contrario, pero qué gusto da saber que tenemos en los genes la necesidad de relacionarnos, como antes, como en las plazas de los pueblos. No se enfaden si en la parada del autobús una señora les habla, correspondan, que no pasa nada.