viernes, 21 de marzo de 2008

La carretera


Dicen que la adaptación cinematográfica que los Cohen hicieron de la novela de McCarthy No es país para viejos era perfecta, casi una copia línea a línea de la novela, por lo tanto exacta y auténtica. Aún no he leído aquella novela, y la película me aburrió demasiado, me pareció incomprensible y de una ficción inalcanzable.

En cambio, acabo de terminar de leer La carretera, un libro perfecto, helado, gris y descorazonador muy mal traducido en la edición de Mondadori, y aún así adictivo y repleto de amor. A estas alturas sonará repetitivo que resuma el argumento: un padre y un hijo vagan por el margen de una carretera en un mundo muerto, ceniciento y yermo, un escenario propio de Mad Max, pero sin la luz del sol y húmedo de lluvia ácida. A los lados de la carretera, árboles muertos, los troncos secos de cadáveres y ciudades y casas abandonadas. El padre y el hijo han sobrevivido a algo terrorífico, y aún peor, en el hijo hay aún una humanidad que ya no es fácil de recordar. El padre procura que esa humanidad no se pierda, que el fuego que llevan no desaparezca. Es dura esta novela, es dura porque no es un futuro tan extraño el que propone McCarthy, porque no hay demasiada concesión al pasatiempo literario esta es la historia, estos son los personajes y esto es lo que ven, huelen, dicen y comen, parece decir el escritor. Si no son de lágrima fácil y quieren historias de verdad (aunque situadas en un contexto ficticio), lean La carretera, para aprender lo que es el amor y lo que vale la vida y el mundo.

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