domingo, 9 de marzo de 2008

Bosque de Euskos


Cuando uno trabaja en una radio sabe antes que los oyentes que se ha producido un tiroteo en Mondragón que ha causado, posiblemente, la muerte de un ex concejal del PSE. En consecuencia, tiene tiempo de que se le revuelvan las tripas, se le nuble la vista y suelte un 'malditos hijos de la gran puta', antes de ponerse delante de un micrófono a contarlo. No nos hemos acostumbrado a esto, ni siquiera en pleno proceso electoral. Algunos proponen posponer elecciones, otros acudir a las urnas para dar lecciones de democracia a los terroristas, otros manifestarse silenciosamente, algunos tienen los ojos llenos de lágrimas y la mayoría vulve a preguntarse hasta cuándo.
Se reabre el debate, se habla del origen humilde de la víctima, se recurre a un pacto entre demócratas, se condena el terrorismo, se promete Justicia, se asegura que el terrorismo nunca vencerá a la Libertad. Toda una serie de eufemismos y tópicos para que los ciudadanos nos sintamos protegidos, pero no lo estamos, el terrorismo vuelve a ser cosa de todos y el dilema ético que surge del problema nos paraliza. Querer estar por encima de los terroristas nos mantiene en sus manos. Sería bonito que el Estado de Derecho, ese abstracto tan manoseado, cumpliera y venciera, pero es muy difícil que un Estado garantista acabe con un problema que mucho tiene de psicológico, sociológico e histórico. Habría que empezar a no emplear la palabra gudari, a olvidar a Sabino Arana, a creer en la ciencia y no en el frágil ADN vasco ni en Aitor como padre de los vascos, no dejarles modificar la Historia a gusto de creerse perteneciente a unas tierras. Nadie debería matar por unos árboles y una alfombra de hojas, por unos troncos, un mar y unas tejas, qué poco honor y valentía hay en matar por la Tierra moribunda y caduca. Si un terremoto devastara la Tierra, partiera ese Norte en mil pedazos ¿Seguiría siendo una Patria? ¿Seguiría mereciendo la pena matar por ella, por poseerla bajo una única visión del Mundo?

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