domingo, 26 de agosto de 2007

El cencerro de la vaca

Creo que he comprendido una cosa estos días. Pisar la tierra de uno puede ser una sensación cualquiera, posesiva e insana para el ego de las personas, pero también puede resultar altamente gratificamente para su identidad. La tierra es de todos, un camino puede ser de cualquiera, pero cuando por él han pasado a diario tus padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos etc..., la cosa cambia, y la sensación se transforma en la misma que puede alguien sentir cuando le dicen que el sillón en el que está sentado parió su abuela, puede pensar: "de aquí salgo yo, más o menos, de este mismo sillón". Yo he tenido la suerte de pisar la casa a la que llegó mi tatarabuelo, en la que nació mi bisabuelo y después mi abuelo y en la que mi padre pasó algún día de campo.
Algunos quieren recurrir a la hipnosis para saber quiénes son, para comprenderse. Yo creo que uno no debe mirarse tanto el ombligo sino mirar a su al rededor, saber de dónde viene y alucinar con a dónde va. Algunas tierras, algunas casas, algunos campos y algunos manantiales son parte de la familia, y da una tristeza agridulce verlas derruirse, perderse y terminar siendo nada, como si nunca hubiera existido; ojos que no ven, corazón que no siente. Si dejan de existir, desaparece de la memoria de los que están por venir. Esto se llama memoria histórica. También vale con enseñarla a tus nietos, ese orgullo puede curarlas grietas y volver a erguir los muros para que después se caigan con prisa.

Para algunos, recuperar cadáveres de fosas de la Guerra no tiene importancia, pero no saber dónde descansa el reloj atado al esqueleto de tu abuelo, lo es todo. Saber con quién murió tu abuelo, tiene importancia, sacarlo de una fosa indigna tiene importancia, o al menos, saber dónde honrar una memoria y la tuya propia. Somos los pasos que damos, pero somos los pasos que dieron otros. Por eso tenemos que cuidar nuestros pasos. Es la casta que se le deja al galgo. Somos el hogar de los que vienen y la herencia de los que se van. Esto es la reencarnación y poco más. Guardar los refranes y la buena cubertería, las fotos que enseñar a los nietos. La modernidad nos obliga a buscar el futuro, pero tiene poco sentido innovar sobre malos cimientos. Puede usted coronarse Papa o Rey, de dónde vienen sino de la Tierra..., pero sólo somos lo que nos hacen ser, somos lo que comimos de pequeños, bocatas de mortadela o acelgas con ajo, los parques en los que jugamos y las camas en las que dormimos. Cuando las olvidemos creyéndonos dignos de algo más, seremos uno más en la Gran Vía, como vaca sin cencerro (Almodóvar - SIC).

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