miércoles, 10 de octubre de 2007

Históricos

Arturo Ripstein baila con Elena Garro.

Entrenarse para un concierto es vital para el éxito del mismo igual que lo es para su fracaso. Acudir a un concierto sin saberse las letras es como ir de paseo por el Retiro a ver qué se te ofrece, que está bien, eh. Quizá os acordéis de aquél anuncio de música en español, en el que la gente cantaba las letras en inglés al estilo 'lalalala'. Pues si esto te sucede en un concierto es que no eres muy fan y en definitiva que no estás en el mejor lugar posible. Por otro lado, el entrenamiento para concierto es la mejor forma de aproximarse a la decepción, porque se acerca también a la idolatría, que suele llevarse a matar con la realidad. El caso es que busco el punto medio para ver a Interpol, un grupo por el que sólo daba dos duros en canciones como 'Slow hands', 'Evil (alias Rosemary)', 'Hands away' y similares, y al que acabé cogiéndole el punto de hermano mutante de Joy Division y otro grupo que todavía no he descubierto, pero que sé que se dan un aire. Ahora me interesa que se curren el concierto porque sus canciones darían para unos grandes recitales, pero mi mayor sorpresa en cuanto a conciertos se refiere me la regalaron 'The Jesus and Mary Chain' y yo, como Aute, pasaba por allí.

Y hablando de música, pues ayer conocí a Arturo Ripstein y me pareció una de esas personas que debo anotar en mi lista de grandes de los grandes que he conocido. Ayer habló de Luis Buñuel como seguramente yo hablaría de Ripstein si hubiera podido compartir toda una jornada con él. En el orden de vulgaridades en las que los más banales nos fijamos..., yo contaré que el señor Ripstein se paseaba con una bolsa de El Corte Inglés porque todos acudimos a las Lafayette en París, a Harrods en Londres y en los madriles al susodicho. Creo que el director se había comprado una chaqueta propia para lluvias y entretiempo, estuve a un tris de preguntarle si había acertado, pero me pareció que sería como gritarle a la cara que se había equivocado conmigo y que no tenía mucha inteligencia. Estos pensamientos baratos me los guardo para este rincón que pocos o nadie visita, lo que le da a uno la libertad de comunicarse con el lector imaginario que tan posible ha hecho que existiese la mejor literatura.

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